El camino fue largo, pero las mujeres son hoy visibles en los gobiernos de los cinco continentes. Pero conservamos inconscientemente en el lenguaje pequeños restos de machismo que se niegan a aceptarlo.
Voy a citar las tres que más me llaman la atención: el diminutivo, el artículo y la belleza como mérito político.
El diminutivo
Aqui el paradigma es Argentina, el país que una mujer puede dirigir siempre que haya estado casada con un Presidente. Fue el caso de las dos mujeres de Perón (Evita e Isabelita) y ahora de la viuda de Kirchner, Cristina Fernández. Ésta última se ha librado de la diminutivización, y tras la muerte del flaco y su reciente y arrolladora mayoría absoluta se está consiguiendo librar de la sombra de su presencia.
Una derivada de esto es el uso del nombre de pila para ellas y del apellido para ellos. Se me ocurren, además de Cristina, Dilma, Esperanza, Hillary… en cambio en políticos sólo me viene a la cabeza Felipe, la excepción que confirmaría la regla.
El artículo
Está muy extendida la costumbre, tanto en el registro lingüístico común como en el que se escucha en las tertulias de los medios, el uso del artículo «la» antes del apellido. Tiene que ver con el anterior ejemplo: si no le podemos llamar por el nombre, porque suena demasiado familiar, pongámosle un la, cosifiquémosla. La Merkel y Sarkozy, nunca La Merkel y el Sarkozy, la Botella y Gallardón, la Cospedal… se libra Aguirre por la cacofonía quer se produciría con su primera inicial.
La belleza
Así como rara vez se destaca la belleza de un político, en las políticas es siempre un dato a tener en cuenta. Este post me vino a la cabeza tras ver el siguiente twit de un articulista al que sigo y con el que concuerdo en muchas cosas, Fernando Berlín, sobre la conveniencia de que Irene Lozano sustituyese a Rosa Díez como número uno de UPyD porque le parece más guapa.
Sé que quien lo escribe es todo lo contrario de un machista, y supongo que por eso me llamó más la atención. Se lo hice ver en otro twit y amablemente me contestó:
Pero espero que renozoca que, puestos a buscar a alguien que supere en belleza a Rosa Díez, y si irse muy lejos, debería haberse fijado en alguien que lleva veinte años viviendo de su físico, Toni Cantó, independientemente de lo antipático que pueda resultar.
Desgraciadamente esta no era una reflexión aislada. Sólo hay que darse una vuelta por la caverna mediática para comprobar que la valoración estética de las mandatarias está a la orden del día.
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Actualización: Mientras escribía este post, el citado articulista cayó en la cuenta de la belleza de Cantó.