Entre Almunias y Zapateros

El PSOE se encuentra ante una situación inédita ante su Congreso Federal: la elección de un Secretario General en un partido sin baronías

Tras encadenar las dos caídas electorales más graves de su historia de forma consecutiva, el Partido Socialista Obrero Español se enfrenta a un Congreso Federal en el que, entre otras cosas, deben escoger a la persona que ocupe la Secretaría General. Apenas han pasado unos días y los medios de comunicación ya son hervideros en los que diferentes dirigentes expresan las opiniones que llevaban meses conteniendo, y el gremio periodístico se esfuerza en señalar los posibles nombres de quienes podrían optar al cargo. Pero a diferencia de las sucesiones de González y Almunia, ahora no hay en ese partido barones que puedan influir en el proceso, ya que los únicos presidentes autonómicos que conservan (Andalucía y País Vasco) no se encuentran en el mejor momento (uno por las inminentes elecciones y otro por la nueva situación política en su comunidad). La mayor ciudad con alcalde socialista es Zaragoza, cuyo alcalde, Belloch, ya ha pedido al partido un giro y una renovación. Y ninguno de los actuales dirigentes provinciales puede mostrar una buena cuenta de resultados tras el 20-N.

En mi opinión la disyuntiva a la hora de elegir líder es clara, siguiendo los ejemplos de las anteriores sucesiones: o optan por un Almunia o por un Zapatero

Los Almunias

Siguiendo el caso de la sucesión de Felipe González a finales de los noventa, el método empleado entonces no parece el más recomendable para el PSOE, a la vista de los resultados electorales posteriores. Almunia fue el candidato del aparato del partido, que representaba la continuidad con la directiva que había perdido las elecciones de 1996. A fin de legitimarlo inventaron entonces el sistema de Primarias para elegir candidato a la Presidencia del Gobierno… y resultó que las bases no lo querían tanto y prefirieron a Josep Borrell. Aún así el aparato consiguió forzar a Borrell a la dimisión y su hombre fue el oponente de Aznar en 2000, pegándose un batacazo y dando al PP la mayoría absoluta.

En el grupo de los Almunias incluyo a todo aquel o aquella dirigente socialista que haya participado en alguno de los dos gobiernos de Zapatero sin hacer ni una sola crítica a la política económica. Porque si de algo puede servir esta crisis para el PSOE es para que abandone la posición de Partido Social-Liberal en la que se metió en los años ochenta. Esa estrategia de ir despojando al la administración de herramientas para el control de la economía y substituir los impuestos por el crédito contagió a toda la socialdemocracia europea, que se creyó que llegaba con gestionar el superávit que la economía producía ella sola a favor de toda la sociedad de forma vagamente redistributiva y ampliando derechos y libertades. Pero cuando el crédito dejó de fluir todo el centro-izquierda europeo, Zapatero incluido, se quedó sin recursos.

El PSOE ya perdió la oportunidad de presentar una candidatura renovadora sin el lastre de la gestión de Zapatero en estas recientes elecciones. Y paradójicamente Rubalcaba no lo hizo para intentar explicar al electorado cuáles eran los aciertos de su gestión, sino para –casi– admitir que había sido mala pero asegurando que esta vez lo harían mejor. Pueden culpar a la crisis de la derrota, pero lo raro habría sido que ese discurso funcionase con ese candidato. Si no aprenden esa lección en el próximo Congreso, pueden ir recordando los 50 diputados que bajó Almunia. La diferencia es que ahora sólo tienen 110.

Pensarán algunos de los actuales precandidatos que la situación actual es muy distinta, que entonces el PP creó empleo y ahora lo va a destruir. Si deciden seguir seguir el método Rajoy (sentarse a esperar que la crisis devore al adversario) no ilusionarán a los vontantes que se les fueron.

Los Zapateros

Tras el fracaso de Almunia, Zapatero ganó el siguiente congreso contra todo pronóstico. De nuevo las bases votaron en contra del aparato. Era un diputado desconocido con un planteamiento más izquierdista que sus predecesores y pocos (pero eficaces) contactos en las cocinas del partido. Por eso al electorado le fue más fácil creer su discurso progresista cuando se asustó del indisimulado autoritarismo de Aznar.

Entiéndase por Zapateros precisamente a todos aquellos que no hayan tenido nada que ver con Zapatero. Eso es lo que necesitarían ahora: una persona desconocida y desvinculada de las etapas ZP y González. Como siempre procuran que sea alguien con escaño en el Congreso, habrán de rastrear entre esos y esas 110. Tal vez sea la hora de su eterno Pepito Grillo rojo, la corriente Izquierda Socialista, única que siempre criticó la deriva neoliberal de sus políticas económicas.  En todo caso ha de ser alguien a quien ni Rajoy en sede parlamentaria, ni la prensa ni la sociedad, le podamos decir cada vez que abra la boca – Y por qué no hizo usted cuando estuvo en el Gobierno?

Por no hablar de que si realmente quieren ser una alternativa de gobierno, tendrán que proponer algo diferente a lo que ya se ha demostrado que no funciona, pero que Rajoy va a seguir haciendo. Al otro lado del atlántico tienen varios ejemplos de gobernantes que están sacando a sus estados de la ruína precisamente haciendo lo contrario a lo que les exigían los poderes económicos internacionales.

Los congresos federales del Partido Socialista, según sus estatutos, están formados por delegados/as de las distintas federaciones. Su número puede oscilar entre 500 y 1000, a decisión de la Ejecutiva. Es de suponer que cuanto menos democrática quieran hacer la elección, menos delegados irán.

Zapatero ganó en un Congreso de 1000 delegados. Y lo hizo por 13 votos.